S: Hey, enano. –Vio al menor en silencio, con los puños cerrados, cabizbajo, como pocas veces solía estar- ¿Qué sucede? –Se acercó a él lentamente y sin tomar en cuenta que lo que podría recibir sería un puño o un golpe en la cara, acarició su cabello en un acto de hermano mayor-.
R: –Guardó silencio, las palabras no querían salir de sus labios y sabía perfectamente el porqué. Tal vez este era uno de esos momentos en que sólo necesitaba el apoyo de su “hermano mayor”. Los dedos contra su cabellera y la mano acariciándole le hicieron recordar que todavía estaba con vida, pero… había un vacío, un terrible vacío en todo su interior-.
R: –Guardó silencio, las palabras no querían salir de sus labios y sabía perfectamente el porqué. Tal vez este era uno de esos momentos en que sólo necesitaba el apoyo de su “hermano mayor”. Los dedos contra su cabellera y la mano acariciándole le hicieron recordar que todavía estaba con vida, pero… había un vacío, un terrible vacío en todo su interior-.
S: –Entendió su silencio a la perfección porque compartía, de cierto modo, el sentimiento de haber tirado todo a la basura en un par de minutos. Sin embargo, él sabía sobrellevar esa carga de otra forma.- Oye, tranquilo. –intentó confortarle en vano. El castaño simplemente no reaccionaba, estaba “seco”. Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios, intentando animarlo de nuevo pero el menor ni siquiera dirigía su mirada hacia él. Resopló antes de acercársele una vez más. Justo en ese instante lo tomó de la mano y lo atrajo hacia sí para estrecharlo entre sus brazos como si fuera ese niño perdido y llorón que tanto anhela encontrar a su madre.- Yo estoy aquí, Rei-chan. –Sus brazos parecieron tenazas pues no lo dejaría ir por más que ese fuera su deseo. De cierto modo se sentía culpable por haber mantenido esa idea de que “nada sucedería” o mejor dicho de que “no habría mayor problema”. Error. Un terrible error-.
R: No soy un niño, Shin. –replicó automáticamente al oírlo añadir un “–chan” a su nombre. El albino sabía que era molesto e incluso doloroso escuchar ese tipo de diminutivo, sin embargo lo había utilizado. ¿Acaso no entendía? ¿Acaso su silencio no era suficiente para que comprendiera la situación? ¿De verdad Shin Natsume era el idiota que todos pensaban que era? –Eres un idiota. –murmuró contra su hombro. La presión de sus brazos no lo dejaba llegar más lejos, pese a esto, no correspondió el gesto. La gravedad ejercida en sus brazos era indescriptible; sentía como si su cuerpo no pudiese responder, como si todo aquello fuesen únicamente las sombras de la realidad, “un mal sueño, seguramente”. Sí, eso era. Un jodido sueño-.
S: Eso lo sé. Pero eso no te quita el hecho de que seas mi hermano menor. –afirmó seguro de sus palabras. Mas que su propio dolor, el ver a Reiji de esa forma era jodidamente doloroso, incluso insoportable para sus ojos pero como buen hermano mayor que decía ser, debía soportarlo. Siempre lo soportaría y se mantendría de pie por sus seres queridos, pues estaba seguro que eso de alguna forma los ayudaría a ver su camino. –Dime, ¿es tan grave la situación? –preguntó en un tono bajo, rozando con un susurro. La preocupación por ese ser querido suyo se acrecentó. Pero ¿qué podría hacer sino abrazarlo y decirle–: Hey, hermano, todo va a estar bien. Ya lo verás.
R: No. Y mil veces no. Esto no está ni estará bien. –estalló. Por fin estalló. Utilizó demasiada fuerza en sus manos, tanto que sirvieron para empujar al albino y así, poderse deshacer de esa unión inútil. –Tú jamás vas a entenderlo, imbécil. –la rabia, el enojo, la frustración y el dolor se juntaron en su pecho impidiéndole decir más. Su mente estaba hecha un caos y en lo único que podía pensar era en que tenía que librarse de su existencia. Una palabra salida de quién-sabe-donde arremetió contra su mente–: Suicidio. -Y fue tal impacto que terminó susurrándola sin darse cuenta de que el único miembro de su familia (según ambos) estaba presente y por ende, sería su cómplice y testigo-.
S: –Qué cobarde eres, Reiji, por pensar en algo como eso. –Sus manos se movieron automáticamente en dirección hacia el menor. Lo atrajo hacia sí por el cuello de su camisa; lo cargó un par de centímetros de forma intimidante. Lo miró fijamente, casi fulminándolo por tener ese tipo de ideas estúpidas y cobardes pues no era nada más que eso. –Esto es lo más estúpido que alguna vez has pensado hacer, enano. ¿Cómo puedes si quiera considerarlo? ¿Qué acaso no tienes los suficientes huevos para seguir adelante? –el castaño terminó ignorándolo, evadiendo su mirada- ¡Despierta, carajo!
R: Tú mismo lo dijiste. –rió por lo bajo. A veces el albino tenía razón con lo que decía, sin embargo, no era absolutamente consciente del impacto que tendría su regaño contra él en momentos como éste. –No tengo las bolas para seguir adelante. –sonrió, cínico como había aprendido a actuar, le miró-. Mi vida está con él. Mi vida le pertenece a él nada más. –sus ojos acumularon “agua” y se le hizo borrosa la vista. Tuvo que parpadear varias veces para poder enfocar su imagen adecuadamente-. ¿Tú que sabes? Shin… jamás podrás comprenderlo. –volvió a reírse, incluso burlesco pues sabía que era verdad y que había sido el maldito mocoso que había echado sal a la herida que todavía no sanaba por completo-.
S: -No pudo aguantarlo más. De igual forma estalló. Su hermano sabía las heridas y los dolores con los que lidiaba en las noches y se había aprovechado de ello. Entendía que a veces las personas dicen cosas estúpidas cuando no están en sus 5 sentidos, pero esto había sido el límite. –Definitivamente lidiar contigo es imposible. –lo aventó contra el suelo como si fuese un saco de papas y por supuesto el menor no se inmuto siquiera; eso lo molestó aún más-. Si realmente quieres morir, adelante. Sé el cobarde que termine con su vida.
R: Yo no tengo la voluntad ni las ganas de continuar en este jodido mundo. No soy merecedor de su perdón, ni siquiera de estar con él… -la sonrisa burlona y cínica desaparecieron de su rostro, dejándolo en clara evidencia de que estaba terriblemente mal, y que, sinceramente lo único que deseaba era regresar el tiempo, borrar todo ese dolor… si pudiese cambiar todo aquel trago amargo por uno lleno de felicidad, joder, no dudaría en dar hasta su vida por ello.- ¿Acaso es tan difícil entender que lastimé a la persona que más amo? –sintió una presión increíble en su pecho, había tanto allí que debía sacar pero que se negaba a hacerlo que dolía… dolía demasiado. Ni un golpe ni un balazo se compararían con esa confusión, con el torbellino de emociones al que estaba sometido gracias a su mente desastrosa-. O dime, ¿tú celebraste cuando viste a tu persona más amada llorar por tus acciones? –con ayuda de sus manos y sus piernas logró incorporarse. Y, mientras hablaba, se acercó al mayor, reprochándole todo aquello-: Shin, ¿acaso tú te sentiste bien cuando lo destrozabas? …Deliberadamente lo heriste y ahora estás como estás. ¿No es cierto? Hm. No deberías ni tomarte la pena de ocultarlo, lo sabes bien.
S: -De nuevo le había dado un golpe bajo. No pudo evitar que sus pupilas terminaran pareciendo como las de un dragón, pues eso era: Un hibrido… un demonio dragón. Agitó su cabeza con fuerza. Debía calmarse o de lo contrario lastimaría a su hermano sin siquiera darse cuenta. Si dejaba que sus sentimientos se apoderaran de él terminaría matándolo. –¡No! ¡Ya basta Reiji! –gruñó. –Deja de decir eso… -apretó su puño intentando tranquilizarse- Yo no…
R: Shin… no hay peor ciego que el que no quiere ver. –ladeó su rostro, poco a poco conseguía lo que deseaba: morir a manos de su hermano. –Es por eso que tú jamás lo entenderás… Jamás podrás amar a alguien como lo hice yo. –Su cuerpo parecía traicionarlo, sus sentimientos derrotarlo, y su mente martirizarlo. Lágrimas recorrieron sus mejillas como en tan pocas ocasiones han hecho; su respiración se volvió entrecortada y su pecho se infló… pero ese vacío interior no cedió.- Y aún si no puedes amar ni ser amado… terminaste herido. –Dijo para sí mismo más que para el otro.- Terminaste hiriéndolo… lastimándolo… marcaste su cuerpo y su mente como prometiste que jamás harías. Deseabas su felicidad y trabajabas por ella… y sin embargo… tus acciones terminaron haciendo completamente lo contrario. –su voz apenas era un murmuro, uno entrecortado. Levantó su rostro y clavó su mirada en los ojos rojos escarlata del albino-. Si no terminas con mi vida… lo haré yo mismo.
S: -¿Qué podría decir y negar si todo aquello era verdad? Los reproches tenían fundamento y por ello dolía más de lo que alguien podía imaginarse. No había ni música ni libro que reflejara todo el pesar y el desgarre que un alma y un cuerpo podían enseñar.- ¿Sabes qué es lo más doloroso del asunto? –hizo una pequeña pausa, hasta que el menor asintió, como queriendo escuchar su respuesta, si es que había una- …que tu hermano le eche sal a la herida y que te provoque para que lo lastimes. -Volvió a atraparlo entre sus brazos, esta vez ejerciendo aún más fuerza.- Pero no importa. Estaré aquí contigo, cuando nadie más lo ha hecho. Yo seré el único que te ayudará con el peso de tus errores y que te tenderá una mano para que te levantes cuando has caído, Reiji. –tragó saliva para que su voz no sonara atropellada-. Soy tu hermano, carajo. Ese es mi deber.
R: -Las palabras llegaron profundamente a su mente. Era cierto, allí había estado el hermano mayor, Shin Natsume, cuando lo necesitaba. Era quien lo protegía hasta de sí mismo, y quien, entrometiéndose con los demás, no lo había juzgado ni abandonado. Simplemente era su hermano… era su jodido hermano. –Lo siento.
S: -Creyó que por fin había hecho entrar al castaño en razón, sin embargo, terminó cometiendo un error más. De pronto sintió como el par de manos ajenas rodeaban su torso con una fuerza descomunal, pues hacían presión contra su torso de forma lacerante. Oyó el “crack” de un par de sus costillas, y fue entonces cuando de verdad sintió un dolor profundo, insoportable. Pero no, la voluntad de un hombre, recordó, no podría romperse tan fácilmente. Mordió sus labios con fuerza para no quejarse más que con los gestos de su rostro. El menor, no conforme, comenzó a arremeter varios golpes contra todo lo que era su diafragma. Pero él no gritó ni gimió de dolor.- Vamos… si quieres… que sea tu saco… de lucha… lo seré.
R: -¿Por qué decía eso? ¿Por qué demonios no lloraba o gemía de dolor? Maldito albino, bien entrenado. Eso sólo lo enfurecía más. Lágrimas, golpes, gruñidos y varios “crack” de los huesos se hicieron presentes. El hundimiento de sus nudillos contra su estómago era cada vez más agotador pues no obtenía ninguna respuesta por parte de su víctima.- ¡Así no tiene caso! ¡¿Por qué demonios no te mueres ya?! ¡Ni siquiera puedes hacer algo bien! ¡No puedes terminar con mi vida pero te niegas a morir! ¿cómo… tú? –por fin se rindió. La intensidad y la fuerza de sus golpes bajaron, estaba terriblemente agotado.- Te odio… te odio. –lloró contra su pecho lastimado por su propia mano. Sus nudillos dolían pero más que todo aquello, eran sus ganas de morir las que lo mantenían despierto-.
S: -¡Ah! Ese era el Reiji por el que había esperado toda la noche, por el que había aguantado cada golpe sin emitir sonido o queja. Era su verdadero ser el que finalmente mostraba. –Discúlpame por esto. –sujetó las manos del menor y lo obligó a darse media vuelta. Cruzó sus hombros por encima de su cabeza y aplicó la fuerza de demonio dragón que con tanto recelo había guardado para sí mismo, así que, haciendo una palanca seguida de un “crack” terminó dislocándole ambos hombros, dejándolo parcialmente indefenso.- Con eso… no podrás lastimarte ni lastimar a nadie por un buen tiempo.
R: ¡¡¡Ahhh!!! –gritó de dolor cuando sin darse cuenta ya tenía el hombro derecho dislocado, seguido de un izquierdo. Apretó fuerte los dientes, tenía que aguantarlo lo más que pudiera pues él mismo lo había pedido ¿no? Había querido morir… ¿qué no era ese su deseo? -…Kjj… más… termina… con el trabajo. –Emitió la orden cruelmente. Mientras tanto, intentaba mover sus brazos inútilmente, las manos no le respondían y eso lo hacía enfurecerse más. Ahora sí se sentía un completo parásito. Sólo faltaba arrastrarse por el suelo, y rogar por su vida-. ¡Termínalo!
S: -Negó con la cabeza para después soltar un suspiro, ignorando por el momento el dolor interno (físico, mental) que mantenía su cuerpo- Es hora de dormir, hermano. –Su diestra se elevó a la altura de su nuca y con un golpe certero lo noqueó.- Todo terminó. –La gravedad hizo efecto en el cuerpo del menor que terminó desfalleciendo sobre unas manos que estaban tendidas ante él.- Vámonos de aquí. –pasó su mano por la cintura del menor que terminó cediendo por la mala ante sus plegarias. Él suspiró pesadamente y como buen hermano mayor que era, se dijo, tendría que llevarlo con Calvin para sanar las heridas de ambos y por fin… avanzar. Lo había levantado y había caminado con él en sus brazos.- Pues eres mi hermano…
R: No soy un niño, Shin. –replicó automáticamente al oírlo añadir un “–chan” a su nombre. El albino sabía que era molesto e incluso doloroso escuchar ese tipo de diminutivo, sin embargo lo había utilizado. ¿Acaso no entendía? ¿Acaso su silencio no era suficiente para que comprendiera la situación? ¿De verdad Shin Natsume era el idiota que todos pensaban que era? –Eres un idiota. –murmuró contra su hombro. La presión de sus brazos no lo dejaba llegar más lejos, pese a esto, no correspondió el gesto. La gravedad ejercida en sus brazos era indescriptible; sentía como si su cuerpo no pudiese responder, como si todo aquello fuesen únicamente las sombras de la realidad, “un mal sueño, seguramente”. Sí, eso era. Un jodido sueño-.
S: Eso lo sé. Pero eso no te quita el hecho de que seas mi hermano menor. –afirmó seguro de sus palabras. Mas que su propio dolor, el ver a Reiji de esa forma era jodidamente doloroso, incluso insoportable para sus ojos pero como buen hermano mayor que decía ser, debía soportarlo. Siempre lo soportaría y se mantendría de pie por sus seres queridos, pues estaba seguro que eso de alguna forma los ayudaría a ver su camino. –Dime, ¿es tan grave la situación? –preguntó en un tono bajo, rozando con un susurro. La preocupación por ese ser querido suyo se acrecentó. Pero ¿qué podría hacer sino abrazarlo y decirle–: Hey, hermano, todo va a estar bien. Ya lo verás.
R: No. Y mil veces no. Esto no está ni estará bien. –estalló. Por fin estalló. Utilizó demasiada fuerza en sus manos, tanto que sirvieron para empujar al albino y así, poderse deshacer de esa unión inútil. –Tú jamás vas a entenderlo, imbécil. –la rabia, el enojo, la frustración y el dolor se juntaron en su pecho impidiéndole decir más. Su mente estaba hecha un caos y en lo único que podía pensar era en que tenía que librarse de su existencia. Una palabra salida de quién-sabe-donde arremetió contra su mente–: Suicidio. -Y fue tal impacto que terminó susurrándola sin darse cuenta de que el único miembro de su familia (según ambos) estaba presente y por ende, sería su cómplice y testigo-.
S: –Qué cobarde eres, Reiji, por pensar en algo como eso. –Sus manos se movieron automáticamente en dirección hacia el menor. Lo atrajo hacia sí por el cuello de su camisa; lo cargó un par de centímetros de forma intimidante. Lo miró fijamente, casi fulminándolo por tener ese tipo de ideas estúpidas y cobardes pues no era nada más que eso. –Esto es lo más estúpido que alguna vez has pensado hacer, enano. ¿Cómo puedes si quiera considerarlo? ¿Qué acaso no tienes los suficientes huevos para seguir adelante? –el castaño terminó ignorándolo, evadiendo su mirada- ¡Despierta, carajo!
R: Tú mismo lo dijiste. –rió por lo bajo. A veces el albino tenía razón con lo que decía, sin embargo, no era absolutamente consciente del impacto que tendría su regaño contra él en momentos como éste. –No tengo las bolas para seguir adelante. –sonrió, cínico como había aprendido a actuar, le miró-. Mi vida está con él. Mi vida le pertenece a él nada más. –sus ojos acumularon “agua” y se le hizo borrosa la vista. Tuvo que parpadear varias veces para poder enfocar su imagen adecuadamente-. ¿Tú que sabes? Shin… jamás podrás comprenderlo. –volvió a reírse, incluso burlesco pues sabía que era verdad y que había sido el maldito mocoso que había echado sal a la herida que todavía no sanaba por completo-.
S: -No pudo aguantarlo más. De igual forma estalló. Su hermano sabía las heridas y los dolores con los que lidiaba en las noches y se había aprovechado de ello. Entendía que a veces las personas dicen cosas estúpidas cuando no están en sus 5 sentidos, pero esto había sido el límite. –Definitivamente lidiar contigo es imposible. –lo aventó contra el suelo como si fuese un saco de papas y por supuesto el menor no se inmuto siquiera; eso lo molestó aún más-. Si realmente quieres morir, adelante. Sé el cobarde que termine con su vida.
R: Yo no tengo la voluntad ni las ganas de continuar en este jodido mundo. No soy merecedor de su perdón, ni siquiera de estar con él… -la sonrisa burlona y cínica desaparecieron de su rostro, dejándolo en clara evidencia de que estaba terriblemente mal, y que, sinceramente lo único que deseaba era regresar el tiempo, borrar todo ese dolor… si pudiese cambiar todo aquel trago amargo por uno lleno de felicidad, joder, no dudaría en dar hasta su vida por ello.- ¿Acaso es tan difícil entender que lastimé a la persona que más amo? –sintió una presión increíble en su pecho, había tanto allí que debía sacar pero que se negaba a hacerlo que dolía… dolía demasiado. Ni un golpe ni un balazo se compararían con esa confusión, con el torbellino de emociones al que estaba sometido gracias a su mente desastrosa-. O dime, ¿tú celebraste cuando viste a tu persona más amada llorar por tus acciones? –con ayuda de sus manos y sus piernas logró incorporarse. Y, mientras hablaba, se acercó al mayor, reprochándole todo aquello-: Shin, ¿acaso tú te sentiste bien cuando lo destrozabas? …Deliberadamente lo heriste y ahora estás como estás. ¿No es cierto? Hm. No deberías ni tomarte la pena de ocultarlo, lo sabes bien.
S: -De nuevo le había dado un golpe bajo. No pudo evitar que sus pupilas terminaran pareciendo como las de un dragón, pues eso era: Un hibrido… un demonio dragón. Agitó su cabeza con fuerza. Debía calmarse o de lo contrario lastimaría a su hermano sin siquiera darse cuenta. Si dejaba que sus sentimientos se apoderaran de él terminaría matándolo. –¡No! ¡Ya basta Reiji! –gruñó. –Deja de decir eso… -apretó su puño intentando tranquilizarse- Yo no…
R: Shin… no hay peor ciego que el que no quiere ver. –ladeó su rostro, poco a poco conseguía lo que deseaba: morir a manos de su hermano. –Es por eso que tú jamás lo entenderás… Jamás podrás amar a alguien como lo hice yo. –Su cuerpo parecía traicionarlo, sus sentimientos derrotarlo, y su mente martirizarlo. Lágrimas recorrieron sus mejillas como en tan pocas ocasiones han hecho; su respiración se volvió entrecortada y su pecho se infló… pero ese vacío interior no cedió.- Y aún si no puedes amar ni ser amado… terminaste herido. –Dijo para sí mismo más que para el otro.- Terminaste hiriéndolo… lastimándolo… marcaste su cuerpo y su mente como prometiste que jamás harías. Deseabas su felicidad y trabajabas por ella… y sin embargo… tus acciones terminaron haciendo completamente lo contrario. –su voz apenas era un murmuro, uno entrecortado. Levantó su rostro y clavó su mirada en los ojos rojos escarlata del albino-. Si no terminas con mi vida… lo haré yo mismo.
S: -¿Qué podría decir y negar si todo aquello era verdad? Los reproches tenían fundamento y por ello dolía más de lo que alguien podía imaginarse. No había ni música ni libro que reflejara todo el pesar y el desgarre que un alma y un cuerpo podían enseñar.- ¿Sabes qué es lo más doloroso del asunto? –hizo una pequeña pausa, hasta que el menor asintió, como queriendo escuchar su respuesta, si es que había una- …que tu hermano le eche sal a la herida y que te provoque para que lo lastimes. -Volvió a atraparlo entre sus brazos, esta vez ejerciendo aún más fuerza.- Pero no importa. Estaré aquí contigo, cuando nadie más lo ha hecho. Yo seré el único que te ayudará con el peso de tus errores y que te tenderá una mano para que te levantes cuando has caído, Reiji. –tragó saliva para que su voz no sonara atropellada-. Soy tu hermano, carajo. Ese es mi deber.
R: -Las palabras llegaron profundamente a su mente. Era cierto, allí había estado el hermano mayor, Shin Natsume, cuando lo necesitaba. Era quien lo protegía hasta de sí mismo, y quien, entrometiéndose con los demás, no lo había juzgado ni abandonado. Simplemente era su hermano… era su jodido hermano. –Lo siento.
S: -Creyó que por fin había hecho entrar al castaño en razón, sin embargo, terminó cometiendo un error más. De pronto sintió como el par de manos ajenas rodeaban su torso con una fuerza descomunal, pues hacían presión contra su torso de forma lacerante. Oyó el “crack” de un par de sus costillas, y fue entonces cuando de verdad sintió un dolor profundo, insoportable. Pero no, la voluntad de un hombre, recordó, no podría romperse tan fácilmente. Mordió sus labios con fuerza para no quejarse más que con los gestos de su rostro. El menor, no conforme, comenzó a arremeter varios golpes contra todo lo que era su diafragma. Pero él no gritó ni gimió de dolor.- Vamos… si quieres… que sea tu saco… de lucha… lo seré.
R: -¿Por qué decía eso? ¿Por qué demonios no lloraba o gemía de dolor? Maldito albino, bien entrenado. Eso sólo lo enfurecía más. Lágrimas, golpes, gruñidos y varios “crack” de los huesos se hicieron presentes. El hundimiento de sus nudillos contra su estómago era cada vez más agotador pues no obtenía ninguna respuesta por parte de su víctima.- ¡Así no tiene caso! ¡¿Por qué demonios no te mueres ya?! ¡Ni siquiera puedes hacer algo bien! ¡No puedes terminar con mi vida pero te niegas a morir! ¿cómo… tú? –por fin se rindió. La intensidad y la fuerza de sus golpes bajaron, estaba terriblemente agotado.- Te odio… te odio. –lloró contra su pecho lastimado por su propia mano. Sus nudillos dolían pero más que todo aquello, eran sus ganas de morir las que lo mantenían despierto-.
S: -¡Ah! Ese era el Reiji por el que había esperado toda la noche, por el que había aguantado cada golpe sin emitir sonido o queja. Era su verdadero ser el que finalmente mostraba. –Discúlpame por esto. –sujetó las manos del menor y lo obligó a darse media vuelta. Cruzó sus hombros por encima de su cabeza y aplicó la fuerza de demonio dragón que con tanto recelo había guardado para sí mismo, así que, haciendo una palanca seguida de un “crack” terminó dislocándole ambos hombros, dejándolo parcialmente indefenso.- Con eso… no podrás lastimarte ni lastimar a nadie por un buen tiempo.
R: ¡¡¡Ahhh!!! –gritó de dolor cuando sin darse cuenta ya tenía el hombro derecho dislocado, seguido de un izquierdo. Apretó fuerte los dientes, tenía que aguantarlo lo más que pudiera pues él mismo lo había pedido ¿no? Había querido morir… ¿qué no era ese su deseo? -…Kjj… más… termina… con el trabajo. –Emitió la orden cruelmente. Mientras tanto, intentaba mover sus brazos inútilmente, las manos no le respondían y eso lo hacía enfurecerse más. Ahora sí se sentía un completo parásito. Sólo faltaba arrastrarse por el suelo, y rogar por su vida-. ¡Termínalo!
S: -Negó con la cabeza para después soltar un suspiro, ignorando por el momento el dolor interno (físico, mental) que mantenía su cuerpo- Es hora de dormir, hermano. –Su diestra se elevó a la altura de su nuca y con un golpe certero lo noqueó.- Todo terminó. –La gravedad hizo efecto en el cuerpo del menor que terminó desfalleciendo sobre unas manos que estaban tendidas ante él.- Vámonos de aquí. –pasó su mano por la cintura del menor que terminó cediendo por la mala ante sus plegarias. Él suspiró pesadamente y como buen hermano mayor que era, se dijo, tendría que llevarlo con Calvin para sanar las heridas de ambos y por fin… avanzar. Lo había levantado y había caminado con él en sus brazos.- Pues eres mi hermano…